Época: Conquista Iberoam
Inicio: Año 1510
Fin: Año 1550

Antecedente:
Aproximaciones al fenómeno de la conquista



Comentario

Los amerindios reaccionaron, por lo regular, favorablemente a la presencia española, unos hombres exóticos que no sabían de donde venían, ni qué pretendían. Luego, cuando los invasores les robaban sus alimentos y mujeres y derribaban sus ídolos, cambiaban de actitud y les atacaban. Era entonces cuando conocían el poder de los caballos, los arcabuces y los cañones. Los primeros encuentros eran terribles y los naturales tomaban entonces la decisión de pactar una alianza -a esto obedecían por lo común la entrega de mujeres a los vencedores-, huir lo más lejos posible o hacerles una guerra de emboscadas, en la que tenían algunas probabilidades de éxito. Las campañas suicidas fueron pocas, pues los indígenas comprendieron muy pronto que sus armas eran muy inferiores a las del enemigo. Consistían en simples arcos y flechas, tiraderas o propulsores, macanas, porras y espadas con filos de obsidiana.
Naturalmente, es preciso distinguir en este aspecto militar dos tipos de amerindios: los pertenecientes a culturas formativas, recolectoras y cazadoras, que por lo regular tenían sociedades de tipo tribal, y los de las altas culturas, que poseían organizaciones sociopolíticas complejas, jerarquizadas y con una autoridad superior. Los primeros, que ocupaban la mayor parte de América, carecían de estructura militar. Luchaban anárquicamente dirigidos por su cacique y eran derrotados fácilmente, huyendo entonces al monte. Los españoles no conseguían nada con su victoria, pues el exterminio de combatientes difícilmente inducía al jefe tribal a solicitar la paz. Aún en el caso de que esto ocurriera, el resultado era siempre mezquino, pues los caciques próximos seguían combatiendo, siendo preciso someterlos uno por uno. Esto explica la dificultad de conquistar Tierra Firme, una operación que llevó casi medio siglo (se inició en 1499 y hasta 1545 no se fundó El Tocuyo), Chile, el norte de México, etc. Las altas culturas (Mesoamérica y la región centroandina) tenían organizaciones militares con mandos y unidades especializadas de guerreros. En estos lugares pudieron librarse batallas espectaculares, en las que las fuerzas guerreras de los naturales fueron vencidas, acabando con ello la resistencia. En Otumba los aztecas se desmoronaron cuando los españoles capturaron a su jefe. El imperio inca cayó en una hora, cuando Pizarro apresó a Atahualpa en Cajamarca. El caso del territorio maya es peculiar, pues había desaparecido su unidad política muchos años antes de la llegada de los españoles. Hay que tener en cuenta, además, que entre las altas culturas la guerra tenía un significado distinto al del español. Los aztecas no luchaban para matar enemigos, sino para hacer prisioneros que sacrificaban luego a sus dioses. Los incas lo hacían para integrar otros pueblos en el Tahuantinsuyo y confiaban comúnmente en que el enemigo se sometiera al ver la magnificencia de su ejército. Atahualpa no pudo imaginar que unos cientos de españoles tuvieran la osadía de enfrentarse a su enorme ejército, y por ello caminó confiado a su encuentro. Se dio así la paradoja de que quienes disponían de infraestructura militar fueron dominados más fácilmente que quienes carecían de ella.

Los grandes jefes de las altas culturas o de sociedades muy jerarquizadas fueron comúnmente apresados y sometidos al pago de botines de oro y plata, a cambio de algo que las crónicas españolas presentan de una forma indefinida como el rescate por su persona, sin que se aclare si era por la vida o por la libertad del personaje. Cuesta trabajo pensar que los conquistadores pidieran rescate por no matar a un jefe indígena, pero más aún que estuvieran dispuestos a dejarles en libertad a cambio de un botín, como pensaron quizá Moctecuhzoma, Atahualpa, Quemuenchatocha, etc. En cualquier caso, el efecto fue el mismo, pues todos ellos murieron antes o después acusados de exóticos delitos.

La falta de escritura en la mayor parte de América (sólo la había en Mesoamérica) ha impedido que tengamos una visión amerindia de la conquista. Los pocos relatos que nos han llegado la presentan con tintes apocalípticos. Pese a todo, la derrota militar debió significar poco frente a sus consecuencias.